Agosto 25.2025

El enojo, la ira, frustración se apoderan poco a poco de mi hoy.

Esta incertidumbre se me hace incomoda y aunque se que tengo que soltar y que no puedo controlar cuando tendré mi diagnóstico oficial ni mi tratamiento, me cuesta mucho.

No dejo de pensar en el concierto de Bad Bunny de Diciembre. Compré la entrada en Mayo, cuando nada de esto había pasado, sigo teniendo la fe de que voy a ir, pero se me empieza a caer esa fe. Porque de nuevo, ya ni se que va a pasar conmigo.

Es increíble como de repente un concierto empieza a tomar tanta relevancia en mi vida y como marca un punto de quiebre. Obviamente va más allá del evento, sino de la posibilidad de seguir con mi vida, de tener planes, de hacer cosas, de seguir viviendo.

He llorado mucho el fin de semana, he puesto cara de “aquí nada pasa” porque no quiero que los demás se den cuenta de como estoy. Todas estas semanas he sido fuerte, valiente, poderosa, hoy no lo estoy logrando.

Anoche en un intento por desviar mi atención de la enfermedad, me puse a hacer lo que mejor se: Netflix. Hace unos días vi que pusieron La Sociedad de Los Poetas Muertos, película de hace mil años que, en esa época me había gustado mucho y hoy no recordaba de qué se trataba.

Me acosté a verla y cuando llega el momento en que uno de los personajes se quita la vida, me derrumbé. Empecé a llorar desconsoladamente, conectada con el dolor que ese muchacho estaba sintiendo, hice mio su dolor y me recordó la muerte. 

En ese momento, necesité más que nunca a alguien me contuviera, me senté en el piso devastada y llamé a Avana; ella vino corriendo y simplemente se quedó al frente, sin moverse, dejándome abrazarla y decirle que la amaba. Le dije que por favor me devolviera a la vida, que yo quería vivir y que no sabía por qué estaba pensando en estas cosas. De repente me preocupé por ella, porque no quiero que asuma nada de mis cosas, que no se apropie de mi enfermedad, que no se enferme ella; así que le dije, que yo la quería como perrita y que yo solo estaba en un momento de vulnerabilidad diciendo todo esto, pero que no esperaba que ella hiciera nada, que con su compañía era más que suficiente. En eso, empezó a ladrar, como hace cuando me llama para jugar; inmediatamente corrió por un juguete y lo trajo para que jugáramos. Así fue como mi adorada Avana, me saco de la muerte y me volvió a meter en la vida. Sonreí.

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